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viernes, 22 de octubre de 2010

Jazmines

A Roberta le encantaban los Jazmines. Le gustaba olerlos, observarlos, acariciarlos pero no arrancarlos. Roberta no queria ser una asesina, quitarle la vida a un pobre ser indefenso. En cierto modo, Roberta era indefensa como los jazmines de su jardín. Sola, sin nadie que la cuide, que le de un beso de las buenas noches, que le prepare chocolate caliente en invierno. Pero ella estaba a gusto con su soledad, no queria estar de otro modo. A ella le gustaba su vida solitaria en esa pequeña casa alejada de todos. Estaba sastifecha, agradecida por ello. No se imaginaba rodeada de nadie. No queria correr el riesgo y salir lastimada como la mayoria de chicas de su edad. Pero ella vivia sola con sus jazmines. Porque en su mundo, ella vivia asi. No le atraia vivir apurada. Le gustaba sentir el frio, el calor, la risa, la calma, el llanto, la soledad, la magia, el tiempo, el aire, los sonidos, los pajaros, los beatles, los libros, la lluvia, las hojas caidas de los arboles... Y distaida en sus pensamientos pisó un Jazmin. Quedó parada en el medio de su jardin con la mirada perdida en algun punto lejano, atònica, sin reaccionar. ¿Que he hecho? Se repetia una y otra vez en su cabeza. Ese pobre Jazmin idefenso yacía tirado en el piso, con la marca de un pequeño pie que atravesaba su corazón y le rompia el alma. Ya no respiraba ese Jazmin. Ya no sentia. ¿Como iba a hacer para ver el crepusculo todos los dias? ¿Como iba a hacer para sentir los latidos de su corazón?¿Cómo iba a hacer para sentir el rocio de la tarde, el frio de las mañanas? ¿Como iba a sentir el calor apasionado que todas las noche le daba la luna, su gran amor? Roberta se habia convertido en una asesina, se habia convertido en otro ser. Sintió un calor brotar desde su corazón, sintió como se iba del mundo ese indefenso Jazmin. Ahora ella era todo lo que no queria ser.

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