Todos en la vida tenemos miedos, ¿verdad?
Roberta también.
Pero su miedo no eran las arañas, o las alturas.
Siempre se habia trazado metas, proyectos. Desde pequeña habia creado sueños que se encargaria de cumplir con el tiempo. Sus dias estaban bañados de esperanzas, sonrisas y fe, porque creia en algo más grande que ella que algún dia la ayudarian a cumplir sus sueños.
Sin embargo su vida habia sido siempre un gran invento, una mentira perfecta, sin huecos, sin pausas.
Nunca habia logrado sus sueños, siempre habia quedado en la mitad del camino. Y no era que se sentia avergonzada, si no más bien frustrada, enojada con ella misma. Tal vez por no tener el coraje suficiente para seguir adelante o simplemente por bajar los brazos y abandonar todo intento de seguir adelante.
Roberta era simple, sin vueltas. Y cuando las cosas parecian complicarse, bajaba la cabeza y pegaba media vuelta. Siempre habia sido así, siempre se habia rendido frente a los obstaculos que aparecian en su camino.
Por eso ahora se encontraba desolada llorando en su departamento, rodeada de tristeza y soledad. Lloraba porque nuevamente las cosas se habian derrumbado sobre su cabeza mientras ella las observaba con ojos que rogaban compasión, porque nunca se habia propuesto llegar al final, porque al fin cayó en la cuenta que su unico gran obstaculo en la vida, era ella misma.
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