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viernes, 22 de julio de 2011

Rompamos el silencio

Era un secreto que nadie podía guardar, algo que todos pasaban de boca en boca por miedo a quedar expuestos. Ella seguía, como la vida lo hacia, al fin y al cabo el mundo seguía girando y no iba detenerse a esperarla. Nunca había estado de esa manera antes, y eso la atemorizaba tanto hasta el punto de aislarse y encerrarse en su propio mundo, allí donde la vida se convertía en un sueño fugaz que iba de aquí para allá sin importar el tiempo, el olvido, ni la bruma del mar.
Tenia ganas de gritar, pero permaneció quieta al filo del abismo. El aire sentaba bien sobre su rostro, desde pequeña siempre se había preguntado que ocurriría si el mundo quedase en silencio. Las palabras habían sido un estorbo en su vida, por eso se limitaba a hablar. Observar era más fácil, aveces hasta era posible llegar a la esencia de las almas a través de una simple y húmeda mirada. Y sonreía, sonreía muy a menudo para no quedar expuesta, para no parecer fuera de lugar. Se creía fuerte, pero en verdad al mirar a través de sus ojos se podía llegar al centro de su corazón sin esfuerzo alguno.
Veía pasar gente por la calle desde arriba, muy alto en la cornisa permanecia sin que nadie se percate de su presencia. Veía pasar los días, los meses, los años, la vida. Era inevitable; ésta se escurria de sus manos como agua que corre sin miedo ni preocupaciones.

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