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lunes, 8 de agosto de 2011

¿Un barquito de papel, señora?


Quedé desnuda como un niño en pañales que intenta con cierto desdén sostener un globo entre sus manos sin que se escape. Silenciosa, absorta en mi pacifismo, intentaba sostenerme al vestigio descarriado de aquel despojo de palabras que alguna vez fui. Y pude ver todo con más claridad, como el ultimo rayo de luz crepuscular que se filtra por la ventana, con manos blancas y suplicantes de placer, sin voz, sin color, solo un destello en blanco y negro.
Y así me fui formando de restos, de palabras abortadas, de libros, de los Beatles, de proyecciones desconectadas de la realidad.
Y me encontré parada frente a un espejo que me mostraba una cara que no quería (o pretendía) ver, burlona con su perfecta y fría sonrisa, siempre manteniendome entre el limite de lo correcto, a punto de fallar.
Y entendí que seguiría así hasta el último de mis días, absorta de una soledad sin fin, sin razones, como si nada más importara en el mundo que seguir construyendo barquitos de papel.

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