Y así me fui formando de restos, de palabras abortadas, de libros, de los Beatles, de proyecciones desconectadas de la realidad.
Y me encontré parada frente a un espejo que me mostraba una cara que no quería (o pretendía) ver, burlona con su perfecta y fría sonrisa, siempre manteniendome entre el limite de lo correcto, a punto de fallar.
Y entendí que seguiría así hasta el último de mis días, absorta de una soledad sin fin, sin razones, como si nada más importara en el mundo que seguir construyendo barquitos de papel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario