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martes, 4 de octubre de 2011

   El está desde lejos, viendo el mundo pasar. Mira con ojos grandes y atentos, sin perderse ningún paso que ella da. Le pregunta como está, le acaricia el pelo. Ella se sonroja, se siente culpable de tanto frio al rededor.
   El la espera, juega un juego desde lejos con fichas invisibles, intenta descifrar sentimientos que ambos mantienen ocultos, que con fuerza son eliminados del rincón al que pertenecen.
   El piensa que ella le pertenece, que aún intentando soltar la soga siguen atados por el destino, que la tendrá a sus pies cada vez que desee calor por las noches, que el mundo gira en torno de su historia.
  Aún recordaba cuando ella, con furia, le había rogado que si decidía partir que cierre la puerta que hacía frio.
¡que cierre la puerta! ya volvería suplicando perdón, que no podía vivir sin el, que todo era gris como hubiese pasado hace un tiempo atrás.
   Lo que el no sabía era que ella hace tiempo había dejado de ser esa niña dependiente de sus caricias, que había decidido cerrar la puerta con llave para prohibir su entrada y la de cualquier otro hombre dispuesta a lastimarla, que el pobre masoquista en realidad, era el.

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