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viernes, 20 de mayo de 2011

Catástrofes encerradas

Hace tiempo habia dejado de ser ella para darle lugar a una personalidad que desconocía. Dudaba que el cambio fuese positivo, en verdad se habia dejado influenciar por ciertas cosas que a esa altura del partido no recordaba. Estaba sentada en el piso, rodeada de sus libros y de escritos que habia preparado ella misma, recolectando fragmentos de textos que describieran precisamente lo que ella sentía. Si bien cada día todo se volvia más dificil, la historia se repetia una y otra vez. Y Roberta sabía cual era el final: insomnio, vacío, dolor, llanto. En eso se basaba su pequeña existencia: catástrofes. Todo a su alrededor en un determinado momento se derrumbaba y Roberta, fiel a sus palabras, miraba con ojos llenos de incertidumbre como todo lo que iba construyendo se iba cayendo. ¿Por qué a ella? ¿Por qué siempre le tocaba la peor parte? Se sentia sola, si, vacia, desolada. Nunca se habia entregado completamente a nadie por miedo a salir lastimada, no consideraba una necesidad entrar al mundo del amor, crear lazos que ella no estaba interesada en mantener. La mismísima palabra era ya de por sí más grande que su razón. ¿Y como el amor, tan rápido y pícaro, podía entrar en un cuerpo sin razón? Dudaba que el amor tubiera modales, siempre llegaba cuando todo estaba acomodado, cuando nadie lo precisaba. Pero no estaba segura si entraria sin razón, si ésta se plantaria frente a él y formulara todas las preguntas que tenia en su mente. El amor siempre llegaba tarde o de forma impar, como cuando la sorprendió aquella mañana de otoño con aquel muchacho de ojos tristes, similares a los suyos que en silencio pedía a gritos ayuda.




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