''Hay que algo que nunca se sabe, querida, y es que será de nosotros mañana''. Pasó su mano por mi mejilla en una especie de caricia, fría, malévola, no como aquellas que solía darme mientras mirábamos las nubes, jugando a encontrarles forma. Se puso de pie, dio media vuelta y no volví a saber de el.
A partir de ese momento (ademas de sentir como mi mundo se venía abajo) supe que nada volvería a ser como antes, que algo se había roto en nuestra relación desde el momento mismo que decidimos tomar caminos separados. Pero eran vueltas de la vida, un ir y venir, un vaivén de preguntas y respuestas que siempre terminaban en ''quiero hacer lo que me hace feliz''. Y si estar a mi lado no te lo permitía... te dejé ir. No intenté retenerte, ni mucho menos volver a llamarte o planear encuentros ''casuales'' en aquellos lados que recorres diariamente. Tal vez fue uno de los errores que cometí en mi corta vida. Un acto que jamás perdonaré, jamás olvidaré (y tampoco sé si podré borrarlo de mi memoria). Pero no deseaba mas gritos, peleas. Quería que estemos bien, y definitivamente
Después de tantas noches de llanto, de tanto extrañarte en los días más fríos del invierno, de leer esas historias de amor con final feliz, en vano, de evitar la rutina, de intentar no repetir los momentos que vivimos, puedo decir que estoy relativamente bien con lo que respecta a mi vida y a mi. No necesitaba tu presencia, necesitaba tu amor. Y el acto más puro de amor que demostraste hacia mi, fue liberarme.
A fin de cuentas, en eso se basa amar: permitir la felicidad del otro sobre la de uno mismo.
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