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martes, 22 de noviembre de 2011

No te olvides de vivir.

   Mis valijas reposaban frente al sofá, la puerta del departamento aún no había sido abierta. Mis brazos descansaban, mis piernas estaban recobrando la cordura luego de, lo que sería, una de nuestras últimas discusiones. De vez en cuando miraba hacia donde estabas, habías dejado el ventanal del balcón abierto y solía entrar una oleada de humo con olor a tabaco mientras a mi me invadía la culpa por estar abandonando todas nuestras ilusiones y esperanzas que yacían rotas en algún lado de ese antiguo hogar que solíamos compartir.
   Sonó la bocina y pegué un salto. No de susto, si no que me agarró desprevenida. Mas bien estaba inserta en mis pensamientos, y el recuerdo de como habíamos llegado a donde estábamos se apoderaba de mi fácilmente  Desde el primer paso hasta el final, el primer beso y el último grito, la primer lagrima de felicidad y el último gramo de dolor. Todo era nuestro, todo nos pertenecía. Y si bien nuestra epoca de gloria había acabado hay que admitir  que dolidos y todo como estábamos, aún, muy en el fondo, disfrutábamos estando el uno con el otro. Y eso era lo más terrible: separarnos. Levantarse cada mañana y no sentir el olor a tostadas recién horneadas, sentir el ruido de la ducha y el olor al café que preparabas cada noche, volver a casa cansada y no tener a nadie que me rodee con sus brazos. Pero tampoco podíamos mentirnos nosotros mismos, la magia que nos había mantenido unidos tanto tiempo se había evaporado o tal vez solo estaba, pero no podíamos verla.
   Y poco a poco nos fuimos convirtiendo en dos extraños, dos personas absolutamente distintas a las que eramos o solíamos ser.

   Volvió a sonar la bocina.

   Pestañeé tres veces antes de levantar la mirada y sostenerla ante tus ojos que llenos de furia me sacaban hacia el exterior del edificio. Tomé mis valijas, el celular, mi bolso y unos libros que había olvidado de empacar. Como pude me dirigí a la puerta con largos pasos, era como si quisiera huir de ese lugar lo más rápido posible antes de arrepentirme y volver al principio del eterno fin.
   Cerré la puerta con prisa y disfrutando dí un pequeño portazo, quizá el último o el primero de aquel día.
   Y entre el ruido de mis tacos que corrían velozmente sobre las escaleras y el ensordecedor sonido de la bocina furiosa que me esperaba en el primer piso, escuché un grito ahogado que me decía ''No te olvides de vivir''.
   Y te respondí, aunque para mi misma, que no habría problema, que ese era el principio de mi nueva vida, muy lejos tuyo.

1 comentario:

Ciruela dijo...

Que liiiiiiiiiinnndo ♥